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FRENTE A FRENTE

A. René de Nicolás y García







La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.



El castellano es la lengua española del Estado.



Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla.







domingo, 21 de marzo de 2010

HIMNO DE ASTURIAS



A diferencia de otras comunidades, el himno de Asturias es tomado de una de las canciones populares más conocidas no solo en Asturias o en España, sino en todo el mundo. Dada esta gran popularidad, es asumida como el himno representativo de su Comunidad Autónoma.



Asturias, patria querida Asturias, de mis amores ¡quién estuviera en Asturias en todas las ocasiones!

Tengo de subir al árbol, tengo de coger la flory dársela a mi morena,que la ponga en el balcón.

Que la ponga en balcón, que la deje de poner,tengo de subir al árbol y la flor he de coger.



P.D.: Dedicado a Mª Magdalena García Díaz (mi Madre) por ser la mejor asturiana de este mundo.

La Infancia en el Antiguo Egipto


En el Antiguo Egipto los hijos eran muy deseados por sus padres. La unidad básica era la familia, pero una familia restringida a los padres e hijos. Lo normal es que la pareja que se unía se fuera a vivir a su propia casa, independizándose del hogar paterno y fundando su propia familia. Las niñas eran tan queridas y deseadas como los niños, y nunca se practicó el infanticidio femenino, como sí se hizo en Grecia y Roma. El nacimiento de un hijo era un momento de gran alegría, pero desde su concepción entrañaba graves riesgos, dada la alta tasa de mortalidad infantil y puerperal que existía en aquellos tiempos.

Existían incluso recetas para averiguar el sexo del futuro bebé, como nos muestra un fragmento del Papiro de Berlín:

“Pondrás cebada y trigo en dos sacos de tela que la mujer regará con su orina cada día, y también pondrás dátiles y arena en los dos sacos. Si la cebada germina primero, será un niño; si el trigo lo hace antes, será una niña. Si no germinan ninguno de los dos, la mujer no dará a luz”.

El momento del parto era fundamental, y conllevaba una especie de ritual para facilitar el proceso. El cabello de la parturienta se anudaba y se le ungía el cuerpo con aceite para relajarla. Mientras tanto, se invocaban algunos dioses, como Isis, Neftis, Heqet y Mesjenet, cuya misión era facilitar el nacimiento. El parto tenía lugar en un sitio específico de la casa llamado “pabellón de nacimiento”, que normalmente era una habitación con columnas en forma de papiros, y con adornos como plantas trepadoras y representaciones de Bes, el enano músico, y Tueris, la mujer hipopótamo, ambos dioses protectores del parto.

La mujer se sentaba en el “asiento de nacimiento” o se ponía en cuclillas sobre los cuatro ladrillos mágicos (estos ladrillos representaban a las cuatro diosas principales: Nut, la grande, Tefnut, la mayor, Isis, la bella y Neftis, la excelente). Para ello contaba con la ayuda de las comadronas, cuya misión es facilitar el trabajo del parto y recoger al niño entre sus manos. Estas mujeres eran representaciones de la diosa buitre Nejbet, que con sus garras sujeta fuertemente a su presa, sin dejarla caer, y que era la protectora del Faraón. Mientras el niño nacía, las comadronas recitaban fórmulas mágicas para protegerlo, y más tarde cortaban el cordón umbilical y lavaban al pequeño.

La madre, en el momento del nacimiento, era la encargada de dar nombre al bebé. Este primer nombre se conocía como “el nombre dado por su madre”. También se le ponía un segundo nombre que es el que se usaba cotidianamente para nombrar al niño. El primer nombre iba ligado de alguna manera a la personalidad del niño, y solía hacer referencia a alguna característica positiva o bien se relacionaba con alguna deidad o incluso con el monarca reinante: Ptahhotep (Ptah está satisfecho), Najti (fuerte), Ju (protegido), Aset (Isis)...,

La mortalidad infantil en esa época debió ser muy alta, según se ha extrapolado de las comparaciones con otras sociedades no industrializadas. En un principio, el peligro más grande estaba en los primeros momentos de la vida del bebé, hasta el mes más o menos de vida. Por ello los médicos recomendaban que las madres amamantaran a sus hijos durante al menos 3 años, y así se recoge por ejemplo en el Papiro de las Instrucciones de Ani. Sin embargo es de suponer que ese largo período de lactancia acarrearía en algunos casos problemas de alimentación en los niños, y de esa forma en algunos esqueletos infantiles de la época se observan ciertos indicios de raquitismo. A veces la madre no tenía más remedio que acudir a los servicios de una nodriza, para que le ayudara en la crianza del pequeño, sobre todo en las familias de clases altas. El trabajo de nodriza estaba muy bien pagado y muy reconocido a nivel social. Según el Papiro Ebers, los médicos olían la leche para determinar su calidad. Una leche en condiciones adecuadas debía oler a plantas aromáticas.

Hay evidencias en los cementerios estudiados de que la edad crítica para los niños estaba en torno a los cuatro años, justo en el momento en el que se cambiaba la lactancia natural por el alimento sólido. Por lo tanto, si se superaban los 5 años de edad podía augurarse una buena vida en el futuro, con una esperanza de vida media de unos 30 años para los campesinos (que llevaban una vida muy dura debido a su trabajo), y bastante más alta para las clases superiores (hasta los 60-70 años para los varones, y algo menos para las mujeres, debido al desgaste de la crianza de los hijos). La lactancia tenía más ventajas para la madre que para el hijo, ya que le permitía a la mujer descansar durante 3 años de nuevos embarazos, o al menos espaciarlos en el tiempo, ya que como se ve los niños dependían en parte de su resistencia a la hora del destete.

Los hijos, por lo tanto, eran la finalidad del matrimonio. Cuando eran pequeños solían ir desnudos, especialmente los de clases menos acomodadas, aunque naturalmente esto no quiere decir que no tuviesen ropas (que usaban cuando bajaban las temperaturas o en otras ocasiones). Ayudaban a la madre a recoger semillas y tallos que luego servirían para la alimentación, y comían lo mismo que los adultos, principalmente cerveza y pan sin levadura, que era la base de la dieta. Se les colgaba del cuello algún amuleto contra el mal de ojo, como el Ojo de Horus, o algunas figurillas de dioses protectores de la familia y el hogar, como Bastet. Los niños solían llevar la cabeza rapada y un largo mechón de pelo cayendo en el lado derecho, que a veces anudaban en una trenza, peinado que solían usar hasta los diez años aproximadamente. En las estatuas y pinturas se representa normalmente a los pequeños con un dedo en la boca y con la desnudez característica de su edad. Los varones de clase media-baja aprendían el oficio del padre, ya fuera campesino o artesano, y las niñas aprenderían las tareas domésticas de la casa junto a sus madres. Además, el padre era el encargado de la educación del hijo. En las clases altas no existía este sistema tan rígido de sucesión laboral. Los niños y niñas de familias ricas tenían mayor acceso a la educación, bien en las escuelas de los templos o mediante tutores. El fin primordial era asegurar la herencia paterna, y por eso muchas parejas que no podían tener hijos solían adoptarlos (para lo cual existían contratos parecidos a los de venta), para que esa herencia no se perdiera y para que los padres tuvieran una ayuda en la vejez. De ahí que al hijo se le denominara normalmente como “el bastón en la vejez de su padre”.

Al llegar a la pubertad, los varones eran circuncidados, aunque parece que no era una costumbre universal, pero sí bastante normal, pues se han encontrado relieves en los que aparecen jóvenes no circuncidados. Parece que tenía carácter ritual, de paso de la infancia a la edad adulta, pero no se sabe con exactitud si en las niñas se practicaba la clitoridectomía. El final de la infancia en las niñas coincide con el inicio de la menstruación, y en ese momento dejaban de ir desnudas, y comenzaba su edad adulta. En los chicos tardaba un poco más.

Han llegado hasta nosotros, sobre todo como ajuar funerario en las tumbas, multitud de juguetes que usaban los niños y niñas en el Antiguo Egipto. La mayoría son animales de madera con partes móviles, pelotas hechas de fibra vegetal o de cuero y muñecas de madera o de barro, pero también había peonzas, carracas, pequeñas armas, aros, cubos, muebles pequeños para las muñecas...,

Una mujer podía dar a luz una media de ocho hijos entre los 15 y los 40 años de edad, y de ellos podrían sobrevivir una media de cuatro. Algunos niños nacerían con malformaciones o enfermedades, pero eran bien aceptados en la sociedad. Uno de los casos más conocidos es el del enano Seneb, que llegó a ser jefe de la guardarropía del palacio en la dinastía IV (Jufu y Dyedefra). En el grupo escultórico que se encuentra en el Museo de El Cairo, aparece sentado junto a su esposa, que pertenecía a la aristocracia, y sus dos hijos, niño y niña, con la típica representación de la infancia en el arte (desnudos y con el dedo en la boca, el varón con la trenza en el lateral derecho de la cabeza y el color de piel oscuro, y la niña con la piel clara).


No se tienen datos fiables sobre la tasa de mortalidad infantil, ya que todos los niños no eran enterrados en tumbas. Normalmente, si el bebé moría al nacer o inmediatamente después, junto a su madre, eran enterrados ambos en la misma tumba. Pero otras veces los niños se metían en unas vasijas de barro y se enterraban cerca de la casa o incluso en el mismo suelo de la vivienda, y estos cuerpos no se han conservado en la mayoría de los casos. Hay autores que incluso piensan que en algunos casos, sobre todo cuando no daba tiempo a encariñarse con ellos, se dejaban los cuerpos en los límites del desierto o se echaban al río para ser devorados por los animales y aves de presa.

En las tumbas, que quedan, se observan señales de auténtico cariño por parte de la familia y se cuidaban todos los detalles del enterramiento como en el caso de los adultos, sin escatimar en gastos. Entre los más pudientes solían embalsamar los cuerpos y colocarlos en sarcófagos individuales, ricamente decorados. Los más pobres sólo los envolvían con vendas de lino o esteras de palma. Sobre los cuerpos se colocaban amuletos y adornos, y se rodeaban de vasijas y juguetes, entre otros objetos. Todo para garantizarle al pequeño una larga vida en el más allá.


viernes, 19 de marzo de 2010

El Escudo de España

“La izquierda tiene alergia a la historia, al himno y a la bandera de España” (José María Aznar)

La manipulación que la izquierda hace de la Historia de España ha creado un complejo en la derecha, que se ha sumergido en una discusión innecesaria y falsa sobre el escudo y emblemas nacionales.

A continuación voy a mostrar cual ha sido el escudo oficial de España en su historia.

Reunificación de Reinos de España
La antigua Hispania romana se había constituido como nación independiente de Roma desde el año 410 d.c. con la llegada del rey visigodo Ataulfo y la caída del imperio romano, a partir de entonces comienza la denominación de la llamada “España” cristiana.

En el 711 d.c. los musulmanes invaden la península ibérica, denominándola Al-Andalus y España es sometida al yugo musulmán perdiendo su identidad.

En el año 718 d.c., en rebeldía a los musulmanes, Don Pelayo gana la primera batalla en las cuevas de Covadonga y alza su brazo enarbolando una cruz cristiana como símbolo de la victoria. Comienza la reconquista de España y se funda el Reino de Asturias cristiano e independiente de los musulmanes.

En 1492 los Reyes Católicos Isabel de Castilla y Fernando de Aragón reconquistan el último reino musulmán, Granada. Comienza el sueño de recuperar la unidad nacional y se reunifican todos sus reinos independientes Castilla y León, Aragón y Navarra, no se podrá unificar Portugal que permanecerá independiente. El nuevo reino reunificado vuelve a llamarse España como en tiempos visigóticos.

Los Reyes Católicos crean el emblema de España, este será su estandarte y pabellón real.

El escudo se compone de los siguientes símbolos:

- Águila de San Juan, representa la evangelización de San Juan Evangelista y que España intentó llevar a las Indias y a todos sus territorios cristianos.

- Yugo y las Flechas; representan a Isabel y Fernando, son sus emblemas personales.

- Corona Real, representa a España como reino.

- Emblemas de los Reinos de España reunificados: Castilla, León, Aragón, más adelante Navarra y también Granada simbólicamente.

Se añadirían al escudo real y estandartes reales en tiempos de Carlos I de España y V de Alemania:

- Las Columnas de Hércules coronadas y envueltas con el lema “Plus Ultra”, que significan que existe el “más allá” del mar, antes del descubrimiento de América se decía que no había nada más allá del mar “Non Plus Ultra”.

- El símbolo del dinero $ que creemos tan americano no es más que una representación de las monedas españolas en tierras americanas que llevaban las columnas de Hércules con su lema “Plus Ultra”.

Escudo de la Segunda República 1931-1936
En el escudo de la Segunda República se eliminan y modifican ciertos símbolos:

- Se elimina el Águila de San Juan por ser un símbolo cristiano.
- Se eliminan las coronas de las columnas de Hércules, por ser de la Casa Real.
- Se modifica la corona real y se transforma en corona mural. Se deja a los reinos tradicionales de España sin corona real.
- Se modifica la disposición de los reinos de España, modificando la heráldica tradicional.
A veces se añaden lemas como Libertad, Igualdad y Fraternidad, lemas de la revolución francesa y de su república. También lemas de la francmasonería.


Escudo del Estado Nacional de Franco 1939-1975.
- Se devuelve al escudo nacional todos los símbolos de la corona, cristianos e históricos. También se restablecen los colores históricos de la enseña nacional rojo y gualda.

- Se agrega el lema “Una, grande y libre” denominación que hacía de España el político Ramiro Ledesma Ramos (asesinado en Paracuellos). El lema se convirtió en el grito común de los nacionales en la Guerra Civil.

Constitución Española de 1978
El primer ejemplar de la Constitución Española firmado por el Rey Juan Carlos I de España conserva todos los símbolos nacionales y el águila. La Constitución de 1978 no hace referencia al escudo nacional pero sí establece los colores rojo y gualda de su bandera.


Ley 39 de 1981,modificación del escudo

En el 1981 el gobierno de España, a través de una ley orgánica, modifica los emblemas nacionales. - Elimina los símbolos cristianos históricos pero respeta los reales. A pesar de ello la corona de España conserva una cruz católica ya que las coronas reales españolas siempre llevaron una cruz. Todos los reyes españoles fueron coronados bajo el lema “Por la Gracia de Dios”.
- El escudo resultante es muy similar al de la Segunda República, vuelven a colocarse los emblemas de los reinos de España con la misma disposición que en la Segunda República, rompiendo la heráldica tradicional del escudo.
- Se cometen errores heráldicos, para incorporar al escudo los símbolos borbónicos, las tres flores de lis. Símbolos históricos de la monarquía francesa unida a la española.

El escudo con el Águila de San Juan no es el escudo inventado por Franco ni franquista ya que en 1492 Franco no había nacido.
No es un escudo anticonstitucional, ya que la Constitución no establece escudo alguno.
El primer ejemplar de la Constitución porta el águila de San Juan. En todo caso, el escudo con el águila es el escudo tradicional histórico de España que representa la cristiandad de nuestra nación y a sus Reyes Católicos.
El actual escudo está establecido simplemente por una ley orgánica que podría ser modificada por cualquier gobierno sin necesidad de modificar la Constitución.
Por ello, el escudo actual no es constitucional, sino simplemente el institucional del Estado.

“Cada país tiene dos historias, la oficial y la verídica”

Defendamos nuestros símbolos y nuestra historia y no dejemos que la mentira se instaure como la verdad oficial.
¡Viva España!

jueves, 18 de marzo de 2010

Impresionismo

El Impresionismo (1.869 - 1.885) nace como una evolución a ultranza del Realismo y de la Escuela paisajística francesa de finales del siglo XIX. El preludio se encuentra en 1863, con la creación del Salon des Refusés, a modo de contestación de los Salones Oficiales de Otoño, que mantenían un arte estancado y carente de originalidad.

El Impresionismo se corresponde con una transformación social y filosófica; por un lado, el florecimiento de la burguesía, por otro, la llegada del positivismo. La burguesía, como nuevo fenómeno social, trae sus propios usos y costumbres; unos afectan al campo, que deja de ser lugar de trabajo para convertirse en lugar de ocio: las excursiones campestres.
Es el mundo retratado por Monet y Renoir. La ciudad, por el contrario, se convierte en nuevo espacio para la nueva clase social: aparecen los flanneurs, paseantes ociosos que se lucen y asisten a conciertos en los boulevards y los jardines de París. También cobra relevancia la noche y sus habitantes, los locales nocturnos, el paseo, las cantantes de cabaret, el ballet, los cafés y sus tertulias. Es un mundo fascinante, del cual los impresionistas extraen sus temas: en especial Degas o Toulouse-Lautrec. Porque para ellos se han terminado los temas grandiosos del pasado.

El positivismo acarrea una concepción de objetividad de la percepción, de un criterio científico que resta valor a todo lo que no sea clasificable según las leyes del color y de la óptica. Según esto, cualquier objeto natural, visible, afectado por la luz y el color, es susceptible de ser representado artísticamente. El cuadro impresionista se vuelca pues en los paisajes, las regatas, las reuniones domingueras, etc.

Los impresionistas se agruparon en torno a la figura de Manet, el rechazado de los Salones oficiales y promotor del Salon des Refusés. Ante el nuevo léxico que proponen, de pincelada descompuesta en colores primarios que han de recomponerse en la retina del espectador, el público reacciona en contra, incapaz de "leer" correctamente el nuevo lenguaje. Pero el Impresionismo cuenta con el apoyo de dos fuerzas sociales emergentes: la crítica de arte, que se encargará de encauzar el gusto del público; y los marchands, los vendedores de arte, que colocan sus cuadros en las mejores colecciones del país. Las tertulias, los Salones extra-oficiales y el propio escándalo se convirtieron en vehículos propagandísticos del nuevo estilo. Dicho estilo cuenta como precedente con los paisajistas de la Escuela de Barbizon, dependiente del último Realismo francés. Corot y Millet son las referencias más inmediatas en Francia, apoyados por la innovación de los paisajes de Turner. Esta tendencia paisajista la desarrollaron los integrantes del denominado Grupo de Batignoles, llamados así por vivir en el barrio del mismo nombre. Éstos son Monet, Boudin, Renoir... También toman referencias, especialmente de color y composición, del Siglo de Oro español. El japonismo, una moda de la época, añadió su parte a través de grabados que enseñaron a los artistas una forma nueva de ver el espacio y de utilizar los colores planos, sin intentar falsificar la realidad del cuadro con la tercera dimensión. Por último, la fotografía fue otro enlace, aunque no está claro si la espontaneidad de la captación del momento la aprende el Impresionismo de la fotografía o, más bien, ésta es la alumna de aquél. En cualquier caso, el resultado es una pintura amable, ligera, frecuentemente de paisaje, llena de luz y color, con pinceladas muy cortas que a veces dejan entrever el blanco del lienzo. No son cuadros grandes puesto que responden a encargos privados. Están alejados de cualquier compromiso social (casi todos los impresionistas se fueron de vacaciones al campo o a Inglaterra durante la represión de los movimientos obreros de la década de 1880) y no tardaron en ser refrendados por una amplia aceptación social, de esta burguesía que se veía retratada en los lienzos impresionistas, al modo en que el mundo noctámbulo parisino se refleja en el espejo de La Barra del Folies-Bergère de Manet.

ALMA


Es un término vago, indeterminado, que expresa un principio desconocido, pero de efectos conocidos, que sentimos en nosotros mismos. La palabra «alma» corresponde a la frase anima de los latinos, a la palabra que usan todas las naciones para expresar lo que no comprenden más que nosotros.

En el sentido propio y literal del latín y de las lenguas que se derivan de él, significa lo que «anima». Por eso se dice: «el alma de los hombres, de los animales y de las plantas», para significar su principio de vegetación y de vida.

Al pronunciar esta palabra sólo nos da una idea confusa, como cuando se dice en el Génesis: «Dios sopló en el rostro del hombre un soplo de vida y se convirtió en alma viviente; el alma de los animales está en la sangre; no matéis pues, su alma.»

De modo que el alma -en sentido general- se toma por el origen y la causa de la vida, por la vida misma. Por esto las naciones antiguas creyeron durante muchísimo tiempo que todo moría al morir el cuerpo. Aunque es difícil desentrañar la verdad en el caos de las historias remotas, tiene visos de probabilidad que los egipcios fuesen los primeros que distinguieron la inteligencia y el alma, y los griegos aprendieron de ellos a distinguirla. Los latinos, siguiendo el ejemplo de los griegos, distinguieron animus y anima, y nosotros distinguimos también alma e inteligencia. Pero lo que constituye el principio de nuestra vida ¿constituye el principio de nuestros pensamientos? ¿Son dos cosas diferentes, o forman un mismo principio'? Lo que nos hace digerir, lo que nos produce sensaciones y nos da memoria, ¿se parece a lo que es causa en los animales de la digestión, de las sensaciones y de la memoria?

He aquí el eterno objeto de las disputas de los hombres. Digo eterno objeto porque, careciendo de la noción primitiva que nos guíe en este examen, tendremos que permanecer siempre encerrados en un laberinto de dudas y de conjeturas.

No contamos ni con un solo escalón donde afirmar el pie para llegar al vago conocimiento de lo que nos hace vivir y de lo que nos hace pensar. Para poseerlo sería preciso ver cómo la vida y el pensamiento entran en un cuerpo. ¿Sabe un padre cómo produce a su hijo? ¿Sabe la madre cómo lo concibe? ¿Puede alguien adivinar cómo se agita, cómo se despierta y cómo duerme? ¿Sabe alguno cómo los miembros obedecen a su voluntad? ¿Ha descubierto el medio por el cual las ideas se forman en su cerebro y salen de él cuando lo desea? Débiles autómatas, colocados por la mano invisible que nos gobierna en el escenario del mundo, ¿quién de nosotros ha podido ver el hilo que origina nuestros movimientos?

No nos atrevemos a cuestionar si el alma inteligente es «espíritu» o «materia»; si fue creada antes que nosotros; si sale de la nada cuando nacemos; si después de habernos animado durante un día en el mundo, vive, cuando nosotros morimos, en la eternidad. Esas cuestiones, que parecen sublimes, sólo son cuestiones de ciegos que preguntan a otros ciegos: «¿Qué es la luz?»

Cuando tratamos de conocer los elementos que encierra un pedazo de metal, lo sometemos al fuego en un crisol. ¿Poseemos crisol alguno para someter el alma? Unos dicen que es «espíritu»; pero ¿qué es espíritu? Nadie lo sabe; es una palabra tan vacía de sentido, que nos vemos obligados a decir que el espíritu no se ve, porque no sabemos decir lo que es. «El alma es materia», dicen otros. Pero ¿qué es materia? Sólo conocemos algunas de sus apariencias y algunas de sus propiedades, y ninguna de estas propiedades y apariencias parece tener la menor relación con el pensamiento.

Hay también quien opina que el alma está formada de algo distinto de la materia. Pero ¿qué pruebas tenemos de esto? Se funda tal opinión en que la materia es divisible y puede tomar diferentes aspectos, y el pensamiento no lo es. Pero ¿quién os ha dicho que los primeros principios de la materia sean divisibles y figurables? Es muy verosímil que no lo sean; sectas enteras de filósofos sostienen que los elementos de la materia no tienen figura ni extensión. Creéis anonadarnos replicando: «El pensamiento no es madera, ni piedra, ni arena, ni metal; luego el pensamiento no puede ser materia.» Pero eso son débiles y atrevidos razonamientos. La gravitación no es metal, ni arena, ni piedra, ni madera: el movimiento, la vegetación, la vida, no son ninguna de esas cosas, y sin embargo, la vida, la vegetación, el movimiento y la gravitación son cualidades de la materia. Decir que Dios no puede conseguir que la materia piense, es decir el absurdo más insolente que se haya proferido nunca en la escuela de la demencia. No estamos seguros de que Dios haya obrado así, pero sí que estamos seguros de que puede obrar de tal modo. ¿Qué importa todo lo que se ha dicho y lo que se dirá sobre el alma? ¿Qué importa que la hayan llamado entelequia, quinta esencia, llama o éter; que la hayan creído universal, increada, transmigrante, etc., etc.? ¿Qué importan en cuestiones inaccesibles a la razón esas novelas creadas por nuestras inciertas imaginaciones? ¿Qué importa que los Padres de la Iglesia de los cuatro primeros siglos creyeran que el alma era corporal? ¿Qué importa que Tertuliano, contradiciéndose, decidiese que el alma es corporal, figurada y simple al mismo tiempo? Tenemos mil testimonios de nuestra ignorancia, pero ni uno solo ofrece vislumbre de verosimilitud.

¿Cómo nos atrevemos a afirmar lo que es el alma? Sabemos con certidumbre que existimos, que sentimos y que pensamos. Deseamos ir más allá y caemos en un un abismo de tinieblas. Sumergidos en ese abismo, todavía se apodera de nosotros la loca temeridad de disputar si el alma, de la que no tenemos la menor idea, se creó antes que nosotros o al mismo tiempo que nosotros, y si es perecedera o inmortal.

El alma y todos los artículos que son metafísicos deben empezar sometiéndose sinceramente a los dogmas de la Iglesia, porque indudablemente la revelación vale más que toda la filosofía. Los sistemas ejercitan el espíritu, pero la fe le alumbra y le guía.

Con frecuencia pronunciamos palabras de las que tenemos una idea muy confusa, y algunas veces ignoramos el significado, ¿No está en este caso la palabra «alma»? Cuando la lengüeta o la válvula de un fuelle está descompuesta, y el aire que entra en el vientre del fuelle sale por alguna de las aberturas que tiene la válvula, y éste no está comprimido por las dos paletas y no sale con la violencia que se necesita para encender el fuego, las criadas dicen: «Está descompuesta el alma del fuelle,» No saben más, y esa cuestión no turba su tranquilidad. El jardinero habla del «alma de las plantas», y las cultiva bien, sin saber lo que significa esta palabra. En muchas de nuestras manufacturas, los obreros dan la calificación de alma a sus máquinas, y nunca disputan sobre el significado de dicha palabra; no sucede así a los filósofos.

La palabra «alma», entre nosotros, en su significado general, sirve para denotar lo que «anima». Nuestros antepasados los celtas dieron al alma el nombre de seel, del que los ingleses formaron la palabra soul y los alemanes la palabra seel, y probablemente los antiguos teutones y los antiguos bretones no disputarían sobre esa palabra.

Los griegos distinguían tres clases de alma: «el alma sensitiva» o «el alma de los sentidos» (he aquí por qué el Amor, hijo de Afrodita, sintió tan vehemente pasión por Psyquis, y por qué Psyquis le amó tiernamente); el soplo que da vida y movimiento a toda máquina, y que nosotros traducimos por «espíritu», y la tercera clase de alma, que, como nosotros, llamaron «inteligencia». Poseemos, pues, tres almas, sin tener la más ligera noción de ninguna de ellas. Santo Tomás de Aquino admite estas tres almas, como buen peripatético, y distingue cada unía de ellas en tres partes: una está en el pecho, otra en todo el cuerpo y la tercera en la cabeza. En nuestras escuelas no se conoció otra filosofía hasta el siglo XVIII... ¡Y desgraciado el hombre que hubiera tomado una de esas tres almas por la otra!

Hay, sin embargo, motivo para este caos de ideas. Los hombres conocieron que, cuando les excitaban las pasiones del amor, de la cólera o del miedo, sentían ciertos movimientos en las entrañas. El hígado y el corazón fueron asignados como asiento de las pasiones. Cuando se medita profundamente, sentimos cierta opresión en los órganos de la cabeza: luego el alma intelectual está en el cerebro. Sin respirar no es posible la vegetación y la vida: luego el alma vegetativa está en el pecho, que recibe el soplo del aire.

Cuando los hombres vieron en sueños a sus padres o a sus amigos muertos, se dedicaron a estudiar qué es lo que se les había aparecido. No era el cuerpo, porque lo había consumido una hoguera, se lo había tragado el mar y había servido de pasto a los peces. Esto no obstante, sostenían que algo se les había aparecido, puesto que lo habían visto; el muerto les había hablado, y el que estaba soñando le dirigía preguntas. ¿Con quién habían conversado durmiendo? Se imaginaron que era un fantasma, una figura aérea, una sombra, los manes, una pequeña alma de aire y fuego extremadamente delicada, que vagaba por no sé dónde.

Andando el tiempo, cuando quisieron profundizar este estudio, convinieron en que dicha alma era corporal, y esta fue la idea que de ella tuvo la antigüedad. Llegó después Platón, que sutilizó esa alma de tal manera, que se llegó a sospechar que la separó casi completamente de la materia; pero ese problema no se resolvió hasta que la fe vino a iluminarnos.

En vano los materialistas alegan que algunos Padres de la Iglesia no se expresaron con exactitud, San Ireneo dice que el alma es el soplo de la vida, que sólo es incorporal si se compara con el cuerpo de los mortales, pero que conserva la figura de hombre con el objeto de que se la reconozca.

En vano Tertuliano se expresa de este modo: «La corporalidad del alma resalta en el Evangelio; porque si el alma no tuviera cuerpo, la imagen del alma no tendría imagen corpórea.» En vano ese mismo filósofo refiere la visión de una mujer santa que vio un alma muy brillante y del color del aire.

En vano alegan que San Hilario dijo en tiempos posteriores: «No hay nada de lo creado que no sea corporal, ni en el cielo ni en la tierra, ni en lo visible ni en lo invisible; todo está formado de elementos, y las almas, ya habiten en un cuerpo, ya salgan de él, tienen siempre una sustancia corporal.»

En vano San Ambrosio, en el siglo VI, dijo: «No conocemos nada que no sea material, si exceptuamos la venerable Trinidad.»

La Iglesia ha decidido por unanimidad que el alma es inmaterial. Los indicados santos incurrieron en un error que era entonces universal; eran hombres. Pero no se equivocaron respecto a la inmortalidad, porque los Evangelios evidentemente lo anuncian.

Necesitamos conformarnos con la decisión de la Iglesia, porque no poseemos la noción suficiente de lo que se llama «espíritu puro» y de lo que se llama «materia». El espíritu puro es una palabra que no nos transmite ninguna idea, y sólo conocemos la materia por alguno de sus fenómenos. La conocemos tan poco, que la llamamos «sustancia», y la palabra «sustancia» quiere decir lo que «está debajo»; pero este debajo está oculto eternamente para nosotros; es el secreto del Creador en todas partes. No sabemos cómo recibimos la vida, ni cómo la damos, ni cómo crecemos, ni cómo digerimos, ni cómo dormimos, ni cómo pensamos, ni cómo sentimos. Es una incomprensible dificultad conocer cómo cualquiera de los seres concibe sus pensamientos.

martes, 16 de marzo de 2010

La pureza

Un bania, o comerciante, se aproximó en cierta ocasión a un Sadhu (persona espiritual, maestro), pidiéndole que le iniciase. El Sadhu le dijo: "Espera y te iniciaré dentro de algún tiempo." El bania presionó al Sadhu una y otra vez, deseoso de ser iniciado rápidamente, pero aquel se negaba por completo, alejándose de él. No obstante, un par de años después, el Sadhu decidió visitar al comerciante, llevando su escudilla para pedir limosna llena de barro, pelos, orina y excrementos. Pidió, pues, limosna al bania, y éste le ofreció todo tipo de dulces, que el mismo había preparado, pensando que esta vez sería por fin iniciado por el Sadhu. Éste le dijo entonces: "Ponlo todo en mi escudilla." El bania le preguntó asombrado: "Suámiyi, ¿cómo lo voy a poner en esa escudilla tan sucia? Límpiala y tráemela luego para poner en ella cuanto te he preparado." El Sadhu le replicó entonces: "Si eso ocurre con esta escudilla, ¿cómo puedo yo poner la pureza del Señor en tu corazón, que está lleno de todo tipo de impurezas, cómo ira, orgullo, avaricia, etc.? ¿Cómo podría iniciarte ahora, cuando tu mente está aún tan sucia como esta escudilla?" El comerciante se deprimió mucho y se alejó avergonzado. Después de aquello, se purificó por medio de la caridad, el servicio desinteresado, etc., siendo iniciado más tarde por el Sadhu.
De igual modo que el agua teñida penetra libre y fácilmente en la tela cuando ésta es completamente blanca, asimismo las instrucciones de un sabio penetran y se establecen en los corazones de los aspirantes sólo cuando las mentes de éstos son sosegadas, cuando no tienen deseos de gozar solamente y cuando han destruido sus impurezas.
La disciplina y la purificación de la mente son los requisitos esenciales para el aspirante en el sendero de la Verdad y la realización del Ser. Primero debe prepararse el terreno y, más tarde, la iniciación llegará por sí sola.
La pureza interna y la pureza externa.
Existen dos tipos de pureza: la interna y la externa. El estar libre de Raga-Duesha (Atracción y repulsión),la pureza de intenciones, la pureza de motivos y la pureza de sentimientos, constituye la pureza interna. La pureza del cuerpo por medio del baño etc., la pureza de ropa, la pureza del contorno como la casa y la vecindad, constituyen la pureza externa.
La pureza externa genera pensamientos puros. Su práctica proporciona indiferencia hacia el propio cuerpo y hacia el de los demás. Pronto pierdes "Mamata" o el sentido de propiedad de tu cuerpo.
La pureza interna es más importante que la externa. La pureza interna fija la mente en un único punto, proporciona serenidad, alegría, regocijo, fortaleza, armonía, sosiego y felicidad, e infunde amor, paciencia y magnanimidad.
Si tomas una alimentación pura, tendrás una mente pura. Si tienes pureza de mente, recordarás al Ser Supremo de Luz. Si lo recuerdas a él siempre, los nudos que oprimen el corazón, que son la ignorancia y el deseo, se desvanecerán.
La pureza mental por medio de un entrenamiento ético es, pues, de capital importancia si deseas tener éxito en la meditación y la superconsciencia.
Practicar la meditación o la contemplación en una mente perturbada por no cumplir con los preceptos morales (los tuyos, no los falsos conceptos morales de esta sociedad viciada), es como construir una casa sobre cimientos podridos. Puede que construyas la casa, pero, sin duda, acabará por caer. Igualmente, puede que practiques meditación durante muchos años, pero no conseguirás obtener ningún resultado tangible, ni fruto si no la fundamentas en un entrenamiento ético.
Si deseas instalar a Ser de Luz en el trono de tu corazón, tendrás que erradicar todas las modificaciones negativas de tu mente. ¿Qué haces cuando esperas recibir la visita de un personaje importante en tu casa? Limpias enseguida toda tu casa y la dejas reluciente. De la misma manera, tendrás que eliminar toda la escoria de impurezas de tu mente si quieres comulgar con la Luz y si quieres con sinceridad que tome asiento en tu corazón.
Los deseos mueven los sentidos. Los deseos pueden controlarse únicamente refrenando los sentidos. Controla los sentidos y aniquila los deseos.
No seas indulgente contigo mismo. Adhiérete a tus propios votos. Sé firme y resoluto. Aspira intrépidamente. Afirma y manifiesta tu control sobre la mente y los sentidos. Brillarás con el resplandor espiritual. Alcanzarás así la meta gloriosa de la vida espiritual.
La pureza es el sendero que conduce hacia ese Ser de Luz. Sin pureza, no es posible hacer ningún progreso espiritual. Tu alma es eternamente pura. Pero a través de tu contacto con la mente y los sentidos te has vuelto impuro. Recupera tu pureza original por medio de la meditación, la oración, la búsqueda de ¿quién soy yo? y una alimentación pura.
Purifica tu intelecto. Purifica tu corazón. Purifica tu palabra. Purifica tu cuerpo. Purifica tus sentidos. Purifícate, purifícate, purifícate.
La pureza de corazón es la puerta hacia la Luz. Es la antecámara de la presencia del Señor. Es la llave que abre las puertas de la intuición, que conducen a la morada de la paz suprema. Por tanto, obtén la pureza con todo el sacrificio del mundo. La pureza es el pasaporte hacia la tierra luminosa.

domingo, 14 de marzo de 2010


Ramón de Mesonero Romanos (pseudónimo El Curioso Parlante) nació en Madrid el 19 de julio de 1803 en la madrileña calle conocida con el nombre del Olivo, y que más tarde llevaría los apellidos del propio autor tal como figura en los repertorios dedicados a las calles y plazas del Madrid de la época.
La fecha de 1803 será recordada años más tarde por el propio Galdós en su novela Fortunata y Jacinta gracias a la introducción de un personaje, Plácido Estupiñá, que «había venido al mundo en 1803, y se llamaba hermano de fecha de Mesonero Romanos, por haber nacido, como éste, el 19 de julio del citado año».
El Curioso Parlante referirá noticias de sus padres, amigos y del ambiente familiar en general de sus primeros años. El desfile ininterrumpido de personas que solían acudir a la casa paterna a pedir algún favor o a requerir los servicios de su padre, don Matías, quedará grabado en su mente: «Alternaban, pues, en ella toda clase de sujetos, desde el Consejero de empolvado peluquín hasta el humilde paje de bolsa; desde la bordada casaca del covachuelista (oficial de las Secretarías del Despacho) hasta el diligente escribano o procurador; desde el opulento Cubano o Perulero que venía a pretender la merced de un hábito de las Órdenes, o por lo menos una cruz chica (supernumeraria de Carlos III), hasta el anciano labriego que solicitaba la exención de su hijo único del servicio militar». Alcaldes, acaudalados comerciantes, cosecheros, frailes y personas de muy dispar oficio o profesión solían visitar el despacho de don Matías, «hombre de carácter bondadoso como buen castellano viejo que era», según palabras del propio autor.
Las referencias a su padre en las Memorias son numerosísimas y en la mayoría de las ocasiones relacionadas con su vocación por la literatura. Su indiscreta curiosidad infantil, tal como señala el autor, le haría conocedor de las intimidades de Palacio, de las intrigas cortesanas y devaneos amorosos de los principales personajes de la Corte.
El inicio del Trienio Liberal marcará profundamente el estado anímico del autor, y no sólo por el triste lance referido con anterioridad, sino por la nueva atmósfera política que cambiaría totalmente la historia por un corto periodo de tiempo. El propio autor en sus Memorias describe la atmósfera revolucionaria: «todos, y especialmente la juventud, aspirábamos aquellos vientos y veíamos venir aquella borrasca con entusiasmo, hijos del más sincero patriotismo y sin asomo de interés egoísta». Con gran precisión describe Mesonero Romanos todo este periodo constitucional, desde las tertulias más significativas de la época, prensa, políticos y composición de los gabinetes ministeriales hasta las representaciones teatrales y centros culturales más importantes del momento. No faltan en este registro minucioso las anécdotas que configuran la pequeña historia de un Madrid abrumado por los hechos, ni tampoco los sucesos que gravitarán de forma harto elocuente en el propio autor, como su alistamiento voluntario a los dieciocho años en la Milicia. Sus andanzas, aventuras y desventuras como miliciano en este episodio histórico reflejan con una objetividad fuera de lo común aquellos años del llamado Trienio Liberal.
Paralelamente Mesonero Romanos refiere sus primeros pasos literarios, sus lecturas, amistades, costumbres... Sus Memorias ilustran una vez más aquellos aspectos más notables en la vida del autor. Gracias a este preciso material conocemos el temprano entusiasmo por Moratín, Gallardo, Miñano... De igual forma mostrará una gran admiración y respeto por la dramaturgia del Siglo de Oro. Autores como Tirso, Lope, Calderón, Moreto o Rojas yacían, según palabras del autor, en un injusto olvido. No falta en las Memorias su sentido entusiasmo por la ópera italiana, género que fascinaba a la sociedad de la época. La Italiana en Argel, L'Inganno felice, El Turco en Italia, La Gazza ladra, Tancredo, El barbero de Sevilla produjeron una verdadera revolución. Mesonero Romanos analiza detenidamente todo este mundo de la ópera, afirmando que los ídolos del público madrileño eran Adelaida di Sala, arrogante y hermosísima donna en el Tancredo y la Dalmani Nadi, de admirable voz y maestría. No faltan en estos capítulos las referencias al entonces joven escritor, convertido a los veintitrés años en fiel seguidor de la moda. Su identificación con los jóvenes leones así como su asistencia a salones y paseos de buen tono quedan perfectamente reflejados en el inicio de la segunda parte de sus Memorias. Mesonero Romanos referirá, igualmente, sus comienzos literarios, sus amistades, sus preferencias artísticas...
La conocida tertulia de El Parnasillo la recordará con no poca nostalgia en sus escritos. Su amistad personal con los componentes de la llamada Partida del Trueno aparece grabada en la mente de un anciano que rememora con nostalgia los episodios literarios más significativos del momento. Espronceda, Vega, Escosura, Santos Álvarez, Larra, Romero Larrañaga, Pelegrín, Segovia... formarán parte de este círculo en el que también figuraba Mesonero Romanos. Artistas, dramaturgos y conocidos empresarios serán igualmente contertulios y amigos del autor. José M. Carnerero, conocido periodista y dramaturgo que ejercería una notable influencia en los jóvenes escritores de la época. Personaje muy unido a Mesonero Romanos y que lo introduciría en los medios periodísticos más importantes del momento.
Su afición por el teatro quedará también reflejada en sus Memorias. Las obras de nuestros clásicos, así como las versiones y adaptaciones del teatro greco-latino, despertarán la admiración del entonces novel escritor. No menos interesantes al respecto son las puntuales citas y referencias a los actores y actrices de la época, como en el caso del célebre Isidoro Máiquez, actor de superior inteligencia que había transformado el arte escénico.
No menos significativa es su actitud ante el nuevo cambio social y urbano que experimenta Madrid durante estos años. Sus salidas al extranjero están motivadas, entre otras causas, por su interés y curiosidad por la fisonomía urbana que impera en distintos contextos geográficos. Desde agosto de 1833 a mayo de 1834 Mesonero Romanos viajará a Francia tal como aparece en una concisa nota inserta en sus Memorias, referencia que remite al lector a la ciudad de Marsella en el preciso momento en que se produce el fallecimiento de Fernando VII. Mesonero tuvo la intención de recoger todas sus impresiones de viaje en un Diario, propósito que no llegó a realizar. Su segunda salida al extranjero queda reflejada en su obra Recuerdos de Viaje por Francia y Bélgica. De todo este material noticioso el autor pudo confrontar los aspectos más diversos existentes entre Madrid y las principales ciudades europeas. Mesonero Romanos saldrá al extranjero como un curioso observador que analiza los progresos, el civismo y las reformas efectuadas en todos estos núcleos urbanos.
Estébanez Calderón, compañero de Mesonero Romanos en la redacción del periódico Cartas Españolas, visitará París y Londres en 1843. Mesonero Romanos, al igual que un buen número de escritores costumbristas, no se cerrará en su concha, ni desdeñará lo extranjero por el mero hecho de ser, precisamente, extranjero, sino que viajará a otros países como si con ello quisiera encontrar el justo término de comparación.
Las vivencias personales de Mesonero Romanos encuentran feliz acogida en sus Memorias hasta el periodo comprendido entre 1845-1850. Fechas que remiten al lector a los años dedicados al Ayuntamiento de Madrid como concejal. Su Proyecto de mejoras generales, leído en la sesión de la Corporación municipal el día 23 de mayo de 1846, supone una auténtica remodelación del Madrid de la época. Años más tarde redactó unas nuevas Ordenanzas municipales que rigieron durante un largo periodo de tiempo, hasta que el aumento de la población y la construcción de nuevos edificios y arterias urbanas hicieron necesaria la publicación de nuevas ordenanzas municipales. Entre el periodo de su renuncia como concejal del Ayuntamiento de Madrid y su vinculación al mismo como cronista oficial mediaron unos diez años de intensa labor literaria.
Sus ediciones dedicadas al estudio de los dramaturgos contemporáneos y posteriores a Lope de Vega y Rojas Zorrilla para la Biblioteca de Autores Españoles, así como su intensa labor como cronista oficial a partir del 15 de julio de 1864 son una prueba evidente de su ininterrumpido quehacer literario. Quedan atrás sus colaboraciones en El Indicador de las Novedades, El Correo Literario y Mercantil, Cartas Españolas, Revista Española, Diario de Madrid, Semanario Pintoresco Español... No menos fecunda sería su intensa labor como promotor y fundador del Ateneo y del Liceo. Su ingreso en la Real Academia sería de igual forma uno de los momentos más significativos en la vida del autor, justa recompensa a un hombre dedicado por completo a la literatura y a las mejoras sociales de Madrid desde su posición como hombre de letras. El 3 de mayo de 1838 la Real Academia Española le nombró académico honorario y el 25 de febrero de 1847 figuraría como miembro de número. Bibliotecario perpetuo de la villa de Madrid, el Ayuntamiento le compró su biblioteca en la cantidad de 70.000 reales, venta que a juicio de C. Seco Serrano denota escasa generosidad por parte de El Curioso Parlante, harto sobrado de dinero como para vender sus libros. La simple cesión al Ayuntamiento madrileño de estos fondos que, por lo demás, iba a seguir administrando el propio autor, «hubiera sido un gesto elegante a la par que un sacrificio muy relativo para el bibliotecario perpetuo de Madrid». Mesonero Romanos, hombre de negocios, estaría tal vez cansado o escarmentado de haberse comportado con no poca generosidad en su larga vida. El autor, tan poco dado a comentar episodios personales, declarará, sin embargo, en un romance que ha actuado siempre con generosidad, formando parte de sociedades, juntas y otros organismos sin sueldo alguno y con numerosas obligaciones.
Su fallecimiento, 30 de abril de 1882, supuso un auténtico acontecimiento en la villa y corte de Madrid, una manifestación de duelo poco frecuente en este periodo histórico. Su legado se proyectará siempre como un copioso caudal de noticias de su época, imprescindible para todo aquel que quiera adentrarse en la pequeña historia de una España abrumada por los hechos y acontecimientos sociales.